Falta el joyero que esculpa los diamantes de Olán

Carlos Monge
presa@perezzeledon.net
Desde hace más de una década, se les aplaude cada vez que concluye una carrera a campo traviesa, en el sureste de Costa Rica; se les elogia; ocupan los mejores espacios de los medios informativos nacionales; se habla acerca de su potencial y del vuelo que alcanzarían si tuvieran entrenador… Basta repasar los titulares más recientes de las grandes empresas de prensa, radio y televisión, para ver que
- Juan Ramón Fallas conquista Chirripó …
- Juan Ramón Fallas devoró el cronómetro en la Carrera del…
- Juan Ramón Fallas y Andrea Sanabria conquistaron la Carrera…
- Juan Ramón Fallas logra nuevo récord al imponerse otra vez…
Y, sin embargo, son como diamantes en bruto. Después de cada competencia atlética de campo traviesa, en las entrevistas que los periodistas de cada medio informativo van sosteniendo con los Fallas, aflora el abandono en que se les ha tenido.
No hay comités de deportes que los acojan; tienen patrocinadores que les brindan una ayuda limitada a sus posibilidades económicas y, sin ganar eventos organizados por el Estado en territorio nacional, y menos en el ámbito internacional, no obtienen becas que les permitan dedicarse a tiempo completo a la práctica del deporte.
En consecuencia, tras cada carrera en la que participan, los Fallas regresan a su modestísimo hogar de Olán, un poblado del que sólo se sabe que está “por allá”, en las estribaciones del Parque Internacional La Amistad, a 30 kilómetros al norte (¿O al oeste…?) de Buenos Aires de Puntarenas.
Los Fallas son José Miguel (el mayor), Johnny (el menor) y los gemelos Juan Luis y Juan Ramón, tan bueno uno como el otro… y tan parecidos, que si Juan Luis gana cuatro veces la Carrera Internacional Campo Traviesa al Cerro Chirripó, José Ramón también lo hace. Juan Ramón, el más vigente, acaba de romper su propio récord, en la XXVI Carrera al Chirripó, y de convertirse en el ganador por cuarta vez consecutiva.
Ganan la inmensa mayoría de las carreras a campo traviesa en que participan. Así la Chirripó, así la Cabécar, la Paraguas, la Olán, la del Agua… Y, luego, de regreso a su humildísima casa, a 30 kilómetros de Buenos Aires, a donde apenas es posible que llegue un vehículo todo terreno (y que, dicho sea de paso, está muy lejos del alcance económico de estos deslumbrantes hombres del campo).
Y a trabajar en el cultivo de naranjilla, en una finca que se pelea los linderos con las áreas protegidas del Parque Internacional, o a trabajar como peones agrícolas.
¿Estudios? Apenas tercer grado de la escuela. ¿Alimentación? La que Dios depare. ¿Entrenamiento? El trabajo como jornaleros y correr cuestas arriba y pendientes abajo. ¿Teoría? La experiencia, que les permite saber, por ejemplo, que deben guardar energía en lo plano, para utilizarla en la gradiente.
Claro: cuando se habla de potencias deportivas, se trata de países con una enorme capacidad económica y una clara voluntad de respaldar y ganar prestigio con sus mejores gentes. No es el caso de Juan Ramón. No lo acoge el Comité de Deportes de Buenos Aires, como no lo adopta el de Pérez Zeledón, por las consabidas limitaciones de recursos. Quizás, para que logren alcanzar el mayor potencial que agita tantos comentarios, lo que están necesitando un padrino que los reoriente en la batalla.
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NOTA ACLARATORIA: No es (como alguien ha interpretado) que Juan Ramón no tenga patrocinadores. Los tiene, y él es claro y reiterativo en expresarles su agradecimiento. Lo cierto es que no tiene el respaldo necesario para dedicarse al deporte, porque después de cada competencia tiene que regresar al trabajo duro y mal pagado del campo, porque no tiene entrenador (tuvo uno, el año pasado, sólo temporalmente), porque no tuvo quién (un padrino) le avisara a tiempo que tenía que presentarse en San José a participar en las eliminatorias para los Centroamericanos… Porque si un negocio acude en su ayuda, otro de la misma línea le quita el patrocinio, en lugar de conjuntar esfuerzos para ganancia de todos…
Juan Ramón, los Fallas, en general y muchos otros talentos se quedan en el ámbito local o regional, pudiendo remontar los cielos, por su bien y por el de la patria, por falta de mejores condiciones. El reconocimiento a Juan Ramón y sus hermanos por sus esfuerzos, el elogio por sus éxitos (que nosotros disfrutamos como nuestros) y el deseo de que ellos también tengan el fuerte respaldo que disfrutan otros, en otras latitudes, es el único objetivo del presente artículo.
3 abril, 2014